Esbozar lo inteligentemente verbal (por que no "decir")
requiere de una peculiar destreza
que combina dos artes:
el engaño y la sapiencia.
Dominar la ironía
y desvelar la histeria
intelectual puede ser
la solución para
desnudar a quienes
se jactan poseedores de tal
destreza mental.
¡Oh, yo mismo!
¡Amargo martirio!
Acabo de darme cuenta
que he tropezado con la misma
piedra queriendo decir
lo indecible.
¡Simple roca que adviertes a los hombres
mediante complejas nimiedades, hiciste
de mi un simple errante! (No habría
otra forma de demostrar que estoy equivocado,
mas siempre vivo errado).
Me he creído capaz de exhibir
una sabiduría competente
autoengañandome, pero, mas allá
de mi, está el limite que impide
estrellar mis dientes contra el suelo:
siempre admitiré que soy un completo ignorante.