viernes, 18 de julio de 2008

Caminan

Caminas, veo que caminas.
Te paras. Acomodas la cintura, probas:
una pierna despues de la otra.
Caminas hacia donde estoy yo, sincronia,
melodia con zapatillas.
Una pierna, luego la otra.
Parece que el tiempo te roza y
te abraza las comisuras.
Ahi estoy, esperando que el
ritmo no cese:
una pierna, luego otra y asi,
hasta llegar al final. El final
es aqui, donde yo te espero.
Entonces me animo a imitarte.
Quiero adelantar el final.
Me paro, acomodo el cuerpo. Mis brazos
me siguen, los tuyos tambien.
Una pierna, la otra. El ritmo no
cesa.
Caminamos, veo que caminamos.
Nos paramos, acomodamos los cuerpos:
uno al lado del otro. Probamos:
dos piernas, luego otro par.
Esperamos a que el ritmo que no cesa
nos abrace en las comisuras que rozó el tiempo.
Y caminamos, nos ven que caminamos.

jueves, 17 de julio de 2008

Carta al Legislador de la ley sobre Estupefacientes

Señor Legislador,


Señor Legislador de la ley 1916 aprobada por el decreto de Julio de 1917 sobre estupefacientes, eres un castrado.
Tu ley no sirve mas que para fastidiar a la farmacia mundial sin provecho alguno para el nivel toxicomano de la nación, porque:
Primero, el numero de los toxicomanos que se aprovisionan en las farmacias es ínfimo. Segundo, los verdaderos toxicomanos no se aprovisionan en las farmacias. Tercero, los toxicomanos que se aprovisionan en las farmacias son todos enfermos. Cuarto, el numero de los toxicomanos enfermos es ínfimo en relación a los toxicomanos voluptuosos. Quinto, las restricciones farmaceuticas de la droga no reprimirán jamas a los toxicomanos voluptuosos y organizados. Sexto, siempre habrá traficantes. Séptimo, habrá siempre toxicomanos por vicio de forma, por pasión. Octavo, los toxicomanos enfermos tienen sobre la sociedad un derecho imprescriptible que es el que se los deje en paz.
Es por sobre todo una cuestión de conciencia. La ley de estupefacientes pone en manos del inspector-usurpador de la salud publica el derecho de disponer el dolor de los hombres; en una pretensión singular de la medicina moderna, querer imponer sus reglas a la conciencia de cada uno. Todos los balidos de la carta oficial no tienen poder de acción frente a este hecho de conciencia; a saber, mas aun que la muerte, yo soy el dueño de mi dolor. Todo hombre es juez, y juez exclusivo, de la cantidad de dolor físico, y de la vacuidad mental que pueda soportar honestamente.
Lucidez o no lucidez, hay una lucidez que ninguna enfermedad arrebatará jamás, es aquella que me dicta el sentimiento de mi vida física.
Y si yo he perdido mi lucidez, la medicina no tiene otra cosa que hacer sino darme las sustancias que me permitan recobrar el uso de esta lucidez.
Señores dictadores de la escuela farmaceutica de Francia, ustedes son unos pedantes roñosos: hay una cosa que deberían considerar mejor; el opio es esta imprescriptible e imperiosa sustancia que permite retornar a la vida de su alma a aquellos que han tenido la desgracia de haberla perdido. Hay un mal contra el cual el opio es soberano y este mal se llama Angustia, en su forma mental, medica, psicológica, o farmaceutica, como ustedes quieran.
La Angustia que hace a los locos. La Angustia que hace a los suicidas. La Angustia que hace a los condenados. La Angustia que la medicina no conoce. La Angustia que vuestro doctor no entiende. La Angustia que quita la vida. La Angustia que corta el cordón umbilical de la vida.
Por vuestra ley inicua ustedes ponen en manos de personas en las que no tengo confianza alguna, castrados en medicina, farmaceuticos de porquería, jueces fraudulentos, doctores, parteras, inspectores doctorales, el derecho de disponer de mi angustia, de angustia que es en mi tan aguda como las agujas de todas las brújulas del infierno.
Temblores del cuerpo o del alma, no existe sismógrafo humano que permita llegar a una evaluacion de mi dolor con precisión, que aquella, fulminante, de mi espiritu. Toda la azarosa ciencia de los hombres no es superior al conocimiento inmediato que puedo tener de mi ser. Soy el unico juez de lo que está en mi.
Vuelvan a sus buhardillas, médicos parásitos, y tu también Legislador Moutonier, que no es por amor a los hombres que deliras; es por tradición de imbecilidad. Tu ignorancia de lo que es un hombre, solo es comparable a tu estupidez pretendiendo limitarlo.
Deseo que tu ley recaiga sobre tu padre, sobre tu madre, sobre tu mujer y tus hijos, y toda tu posteridad. Y ahora me trago tu ley.


(Antonin Artaud, El Pesanervios, 1925)


Dedicado a ellos

jueves, 10 de julio de 2008

Teatro en tres insultos

Teatro en tres insultos


Personajes:


Dana


Juan


Voz en la radio




Acto Primero: La mañana



Contexto:


(Se trata de construir en el imaginario una supuesta localidad común a cualquier otra, sin enemistarse con la subjetividad, que, dicho sea de paso, estas situaciones sugiere.

Pongamos la vista, entonces, en la antesala de una cocina, más comúnmente llamada "hall". Podemos asumir que no es un lugar muy habitable, es pequeño, acotado, resumido no muy decorado (un espejo, enfrente un cuadro, una maceta junto al espejo, y no mucho mas), por momentos parecería hasta incomodo, pero somete a las personas a mirarse directamente a la cara. La antesala se desarrolla desde la arcada que da a otra sala (living) y desde ese mismo lugar se desprende otra pequeña pared divisoria donde se encuentra la salida. La construcción permite que de un lado del hall se encuentre la puerta del baño, y simétrica pero opuestamente se encuentre otra puerta que descubre una escalera en ascenso y descenso a los cuartos. En este acto, los personajes harían su entrada al escenario por la puerta de la escalera como si bajasen a desayunar, pero un infortunio los topa con ellos mismos, no los deja llegar a la cocina y los inicia en ciertas conversaciones que hacen a la primera parte).






Voz en la radio: (música de fondo, fanfarria matutina, seguido de un ritmo placido y lento) –El Sol anuncia las 09:30 de la mañana (bip-bip, sonido radial), sugiere el despertar de las parejas, el amanecer de los desacuerdos en la calle, y quien sabe, un fortuito desayuno mal hecho y tibio. El Sol sabe entrar por la ventana sin siquiera pedir permiso alguno. No enciende el gas, ni da chispa en la hornalla, ni pone el agua ni la yerba en el mate. Sabe decirnos que es hora de despegar el cuerpo de la sabana y despedir el sueño con bostezo y un “buenos días, querida”.


(Se escuchan pisadas, bajan de la escalera Juan y Dana, se encuentran en el hall y ambos se miran al espejo)


Juan: (quejumbroso, pero contento) –Estoy gordo.


Dana: (casi consecutivamente y de igual humor) –Estoy gorda.


Juan: (irónico, entre dientes) –Estas embarazada.


Dana: (despreocupada y preocupada a la vez, indecisa) –Cállate infeliz. Estoy desproporcionada, casi no tengo caderas, y las tetas compraron boleto a futuro para terminar en el ombligo. Me tengo que poner otra vez con esa dieta de mierda. ¿Puede ser posible? ¡Como te curran con esos tratamientos aburridos! (haciendo una voz muy graciosa) Día uno: papa; día dos: batata; día tres: zanahoria. ¿Quién carajos se piensan que somos nosotras? ¡Por favor! No se, seguro que la empiezo este lunes. ¿Vos que decís, Juan?


Juan: (ignorándola, se sigue mirando al espejo) -¿Eh? ¿Qué me decías?


Dana: (enojada) – ¿Me estas escuchando?


Juan: -Si amor, te estoy escuchando. Ya se, son un problema las dietas. Son un gasto de guita. Son un gasto de tiempo. Son la fatiga estomacal. Son el anti-bacanalismo. Son la conjunción de comida en bajas calorías y la culpa hecha vinagre. Son…


Dana: - Listo, fue. Suficiente. Creo que entendí.


Juan: - Por lo visto no entendiste nada porque te miras al espejo, y empezas a maquinar con pelotudeces: que estás gorda, que las caderas esto, que las tetas lo otro. Estas hermosa, nena. (Empapado de una supuesta ternura machista) Amo despertar con ese rollo al lado mío.


Dana: (muy sarcástica) – Vos si que sos el perfecto amante latinoamericano. Cuando tenga una depresión por baja autoestima, haceme acordar que te llame para que me alcances la jeringa.


Juan: (se ríe) – Pero vos sos la que te haces un escándalo al pedo. Haceme el favor de salir de ese espejo. Lo único que falta es que empieces con esa historieta de que si engordo me dejas por una flaca, que esto y lo otro. (Otra vez, con ternura machista) Vos sos mi flaca, mi gorda, mi “muchas cosas más”.


(Se piden ambos un beso, ambos giran y se miran a los ojos, se besan, dura nos diez segundos)


Juan: - Dana, hacete unos mates. Hay que despejar la resaca matutina.


Dana: - ¿Ya? Un segundo (sigue mirando atentamente al espejo).


Juan: - Dale Dana, pone el agua por lo menos.


(Dana no responde, ignora a Juan, los dos siguen mirándose al espejo).


Juan: - Ey, ¿ahora jugás vos al sordo?


Dana: - ¿Qué culpa tienen los sordos?


Juan: - No, no. No me entendés. No me estas dando bola.


Dana: - Bueno, pero vos respondeme.


Juan: - ¿Qué te responda que cosa?


Dana: - Los sordos.


Juan: - ¿Qué hay con ellos?


Dana: - No, nada. Digamos que cuando te ignoro o me ignoras jugamos a ser sordos. Pero la sordera no es algo que se pueda bendecir con palabras. A decir verdad, se siente mal.


Juan: - Pero no insultamos a nadie, che. Fijate que es eso, un juego. Como cuando jugás a quedarte paralizado. La gente que sufre picos de presión y les agarra parálisis no te va a venir a apalear en masa. O quizás si. Pero nunca sabrán por qué. (Sarcástico) Aparte, están paralizados, que te van a venir a pegar.


Dana: - No seas tarado, Juan. Pobre gente.


Juan: - ¿Yo que culpa tengo?


Dana: - Ah… (Se imita a ella misma, en voz baja) “¿Qué culpa tienen los sordos?”. En fin… Poné agua que yo hago mate.


Juan: - Dale…


(Juan intenta salir del hall, se vuelve en si mismo y se mira al espejo, se mira la panza, la barba, se acomoda el pelo. Todo en un lapso de silencio. Dana sigue escarbando defectos físicos en el mismo espejo).


Juan: - (Sorprendido) Estoy gordo.


(Pausa)


(Se enciende la radio, junto con una música tranquila, ambos personajes siguen atentos a sus cuerpos y sus gestos, siguen atados al espejo).


Voz en la radio: - El Sol anuncia las 10:00 de la mañana (bip). Todo parece indicar que el agua se hirvió, se pasaron los sentimientos al vapor. Que los desencuentros son imposibles cuando hablamos de espejos y de salas con poco espacio. Todo depende de la paciencia. Todo depende de la precaución. Todo depende de todo. Que afirmación falaz.

El Sol sabe entrar por la ventana, sabe quedarse a esperar. Sabe que las cosas suceden a su velocidad. Sabe adaptarse a la comodidad del hogar; sentarse en una silla, servirse de la heladera, cocinar sus propios insultos. El Sol anuncia la llegada de los altercados a nuestros músculos, a nuestros ojos y bocas.


(La tonada sigue sonando, Dana y Juan siguen pendientes de sus físicos como si el espejo podría darles una respuesta).


Juan: - (como retomando una frase anterior) Es como si fuera la consecuencia de una sociedad que se divierte viéndote de esta manera al espejo. Como si fuera un morbo colectivo o algo por el estilo. Claro, la gente puede pensar tranquilamente que no tienen necesidad de cambiar porque la sociedad es así y punto. Ellos tendrían que replantearse la cuestión del (hace señas de comillas con los dedos) “así”. Y se quejan de (otra vez la seña con los dedos) “la televisión”.


Dana: - (lo interrumpe muy interesada) A veces creo que esos productos los produce, valga la redundancia, la misma gente que lo mira. Como que me imagino al flaco que esta al pedo hasta la madrugada yendo al estudio y discutiendo sobre lo que le gustaría ver. (Dice en voz baja, otra vez la voz graciosa, esta vez ronca) “Si, vos ponete en bolas, mostrá el culo, así.”; “Si, ponete en pedo que garpa mucho.” Blah, blah, blah… (dice “bla, bla, bla)


Juan: (justo escucha esa parte) – Eso si que lo vería, eh.


(Ambos se ríen)


Dana: - Tendrías que ir a buscar el diario a la puerta, Juan.


Juan: - El “costumbrismo”.


Dana: - ¿Qué cosa?


Juan: - El “costumbrismo”.


Dana: - Esa palabra no existe.


Juan: - Claro que existe. Si vos te pones a pensar, todo lo que termina en “ismo” e “ista” tiene un sentido lógico, por lo tanto se vuelve algo existente.


Dana: - (arroja los ojos al techo, pensante) Ah… “existencismo”.


Juan: - No Dana, “existencialismo”. (con aire intelectual) Esa es la palabra correcta.


Dana: (bromeando) – “Correctismo”.


Juan: (hace un silencio y mira de reojo a Dana)


Dana: - Te estoy jodiendo, bobo.


Juan: (imitando a la imitación graciosa de Dana) – “Correctismo”.


Dana: (se ríe) - No seas boludo, Juan.


(Se ríen los dos. Se besan.)


(Dana sale del hall, sale de escena, va a la cocina, se escuchan ruidos de pava, mate, yerba, cosas de ese estilo. La radio sigue funcionando, hay música de fondo).


(Queda solamente Juan en escena, mirándose al espejo, sigue observando su físico, su cara, ojos, barba, pelo, nariz. Ahora denota un ánimo bajo, triste).


Juan: (le habla al espejo) - ¿Cómo carajo le digo? Decime vos, noble desacomplejado. ¿Cómo es que se dicen las cosas? ¿Cómo se dice una verdad sin faltar a la verdad? ¿Cómo hago? Todo esto está mal. Yo la amo. Yo amo ver como se tuerce toda en el colchón cuando se despierta. Yo creo amarla. Necesito amarla. Necesito verla en este espejo todas las mañanas. (Se angustia) Pero no puedo. No puedo dejar que toda esta basura me carcoma la cabeza. Algo tengo que hacer. En algún momento algo le tengo que decir. No se que, pero algo. Lo mínimo indispensable. (Se sacude el pelo) Dale, si vos le podes hablar de cualquier pavada y ella siempre te atiende; típico de callcenter. Lo único que falta es que me pida documentos (risa). Cuando viene le digo. (Se dice a si mismo) ¿Cuándo viene le digo? ¿Qué decir? El tema es la decepción, los malos ratos, el odio, supongo que después todo pasa. Después la reconciliación, el amor post cena. La panza llena, el café, buen sexo y mañana salimos a buscar dinero a la oficina. Mi temor es que todo termine después de hoy. Resumir años en doscientas palabras y ponerle un punto final.


Dana: (de fondo, gritando) – ¿Amargo o dulce?


Juan: (no responde) – Amarga y dulce es la vida. Que puta redundancia y que absurda resulta ser esa respuesta. Amarga y dulce es la sensación de la vida. Lo que te deja a medida que la vas tragando día por día. Sin polvo ni palo, o con ambos. (Retoma la respuesta) ¡Amargo! (Quiere seguir monologando) Ahora es el momento, ahora es cuando, por ejemplo, debo dejar crecer la flor (hace morisquetas teatrales). No, eso es una estupidez. Ahora debo detener el crecimiento de la duda, del resentimiento, tengo que poner un límite a esta barba que ya no sirve para mentirle a mi propia identidad.

Tampoco me importó mucho la identidad. Esa cosa clavada en la planta del pie, como una verruga. “Te la extirpa la vida, viejo” (a lo “tanguero”). La existencia. Prendete un cigarrillo y arruinate la garganta, arrabal de décima.


Dana: (a las apuradas) – Tomá Juan (le da el mate). Casi se me cae. ¿Está muy rebalsado, ¿no?


Juan: - No, esta barbaro asi. Parece un poco tapado, pero está tomable.


Dana: - ¿Querés que le agregue azucar?


Juan: - No, esta bien, te dije amargo.


Dana: - ¿Alguna galletita?


Juan: (cae a cuentas que tiene que decirle algo) – No, estoy bien asi, no te preocupes.


Dana: (se sirve un mate) – Estuve pensando… Y nos tendriamos que mudar en algun momento. O sea, el lugar está bien. Vivimos hace mucho tiempo aca, pero ya se me hace como que no se si da para seguir viviendo asi. Entendeme, no quiero decir que la casa sea una cagada, pero, quizá, cambiar de espacio, mudar la piel.


(Pausa)


Juan: (preocupado) – ¿Vos crees? Quizá no sea el momento mas apropiado para mudarnos, Dana. No tenemos un mango.


Dana: - Juan, si pudimos costear este departamento, podemos costear otra cosa. Además podemos venderla.


Juan: - No, ni pensarlo. Esta casa era de mis viejos. Vos estas terriblemente mal de la cabeza si pensas que yo voy a vender algo que fue de mi familia.


Dana: - Pero pensalo en terminos de cambio, nene. No va a bajar tu viejo del cielo y te va a arruinar las piernas a latigazos porque vendas la casa, Juan. Es algo común que la gente hace.


Juan: (un poco encabronado) – Yo no soy “la gente”. Entendeme vos ahora.


Dana: (como ignorando al reacción) – Hablando de “cambio”, me voy a cambiar, en 10 minutos tendría que haber salido.


Juan: - Te acordaste un poquito tarde, ¿No te parece?


Dana: (apurándose a terminar la “semi” discusión) – Si, me acordé tarde, disculpame. Me voy a arriba. ¿Vos no tendrías que ponerte a escribir?


Juan: - Mis escritos no pueden pagar todas las boletas.


Dana: - Mi trabajo tampoco. Dale Juan, ambos sabemos de lo que sos capaz.

Juan: (con mucha ironía) - ¿Ambos sabemos de que soy capaz de tirarme de la ventana cuando vos cruces la puerta?


Dana: - Dale, pelotudón. Me voy a cambiar. (Dana le da un beso en la mejilla a Juan y sale de la escena).

(Se produce un silencio. Juan sigue en escena, siempre mirandose al espejo. Balbucea insultos hacia adentro y algunos hacia fuera. Se prepara el garguero para decir algo…)

Juan: (reflexivo, pero sensato) – No se lo que es la ambición. ¿Mudarse es ambicion? ¿Un trabajo de ocho horas es ambicion? ¿Escribir una obra maestra de trescientas paginas es ambicion? ¿Amar es ambición? No sueño con esa casa de mas de tres ambientes. Realmente no la necesito. Un trabajo tampoco: no podria invertir ocho horas de mi vida todos los dias en un mismo lugar, no sabria como administrar mis fuerzas en algo que quizas desconozca o no sepa hacer. Someterme a otra persona que no sea yo mismo me pondría algo nervioso, quizás pueda convertirme en un criminal por sentirme encerrado en una caja de zapatos atendiendo un teléfono, o vendiendo cositas que a la gente de la mayor edad le apetecería comprar. ¡¿Qué digo?! ¡Todo el mundo trabaja! Se levantan a las 5 de la mañana para tomarse el tren hacia el Centro. Viajan apretados sabiendo que en un rato tienen que volver a sus casas, darle de comer a sus hijos. ¡Maldita ambicion! ¡Maldita necesidad! Pero conozco nada de ambas. Apenas se que con “una” se intenta llegar mas lejos y con la “otra” se sacian urgencias.


(Juan hace otro silencio. Toma aire y se sigue mirando al espejo)


(Pausa)


Juan: (continua con la reflexión) – Al parecer soy un cretino. Vago y vividor. ¿Quién espera algo de alguien que labura chamuyando y que su chamuyo esta escrito en un papel amarillento? ¿Quién le cree a esa clase de personas hoy en día? Todavía no conozco a los padres de Dana. Llevamos viviendo juntos casi un año. Me podria tirar por la ventana mientras ella se cambia para ir a laburar; me ahorraria muchos desencuentros: padres de Dana, trabajo, escribir, vivir, pagar impuestos, viajar en subte o colectivo. Los padres de Dana podrían decir que soy un desastre, que me visto mal, que uso la misma ropa todos los días, que no tengo trabajo, que soy un mantenido, que detesto la política, que soy un hippie. ¿Cómo le digo que no me quiero mudar, que no tengo plata, ni ganas, ni ambicion, ni necesidad? Si fuese un ventajero dejaria que los padres de Dana me presten plata. Ellos tan ordenados que son creen que los hombres llevamos los pantalones o el overoll y empujamos la montaña a donde carajo queramos. Claro, yo no los conozco, pero se que ellos lo piensan. Dana me lo dice cada vez que le dan un aumento en el trabajo y ella se lo cuenta a los viejos. “Las mujeres no deberian trabajar”, dice el padre. La madre piensa exactamente igual. Que desgraciados.


(Se escucha un ruido en las escaleras. Es Dana bajando).


Juan: (quiere continuar con la reflexion, pero decide detenerse) – Que…. Hola Dan, estas hermosa (tiene una sonrisa increíble).


Dana: (dubitativa) - ¿Te parece? Esta pollera no me queda tan bien, pero es lo más serio que tengo. Ayer me comentaron en el laburo que hoy hay una reunion y bueno, la ocasión lo amerita.


Juan: - ¿De que es la reunion?


Dana: - La verdad que no tengo idea. Cuando vuelva te cuento.


Juan: - ¿Pero tenés una idea de lo que pueden llegar a hablar?


Dana: - No lo se. Debe ser algo importante, pero no se. Che, voy a llegar tarde, me voy.


Juan: - Perdón, no te quise detener. Anda tranquila. Mucha mierda.


Dana: - (risueña) ¿Qué ironía no? Uno dice “mucha mierda” para no desear suerte.


Juan: - Pasa que en una epoca pasaba que…


(Se empieza a cerrar el telon. Juan sigue hablando. La radio se vuelve a encender y pisa la voz de Juan)


Voz en la radio: (Musica de fondo, sin fanfarrias) – El Sol anuncia su permanencia a las 10:30 de la mañana, (bip-bip, clasico sonido radial). Pica cada rayo en los hombros de cada persona que puede bañarse de calor en la calle. No todos vuelven a sus casas a esta hora. No culpemos al trafico por eso. Para mas información sobre el estado de las cosas, siga su curso de vida, no frene en los semáforos en verde, puede ser perjudicial para quienes vienen de costado. El Sol anuncia que el tiempo no se detiene entre estaciones. Llevar paraguas es importante, no sea que el clima nos traicione.




Fin del primer acto.

miércoles, 9 de julio de 2008

Exodo II


No quiero que me debas nada,
me asusta saber que me podes pagar con la misma moneda.

Buen viaje.