sábado, 27 de diciembre de 2008

Seco

Una buena excusa para escribir es no hablar de nada en absoluto. No. Si. Talvez. No me importa. No dije nada, nada de nada. Ironicamente todas las veces que he hablado de nada con alguien, una ecuacion dificil de sobrellevar en el tiempo, he llegado a la conclusión de que siempre, pero siempre, se terminan diciendo cosas. Obviedad. Hablemos de que la madera de la silla en la que estoy sentado es marrón y no purpura. Hablemos sobre el cielo cuando llueve, en vez de caer gotas caen uvas y en el piso se convierten en melones o sandias. Hablemos del funcionamiento de la hornalla superior derecha, la flama siempre es mas chiquita ahí. En este caso, hablar de nada, nos representa hablar solos. Contar hasta diez, uno dos tres cuatro, pará, cinco. Sin decir nada. Con calor no se puede decir nada, incomodamente transpiras y el cerebro se aprieta contra el craneo intentando disparar los ultimos cartuchos antes de olvidar la palabra siguiente. No tenes papeles para anotar algo importante, entonces lo repetis, una y otra vez, una hora arriba del colectivo, tren, subte, remis, taxi, bicicleta, moto, auto particular, avioneta, helicoptero (los que poseen dinero en grandes cantidades). Nada tiene sentido. Enfureces. Puteas contra el procesador de texto. Porque ahora no podemos decir mas Olivetti. No sirve. Las Olivettis son una en un millon. Una oportunidad ofrecen antes de equivocarnos o decir algo que no queriamos, anda a buscar la gomita azul y roja para borrar, esa redondita, la que tiene cara de mosca. Entonces tenes que incendiarla con alcohol etilico porque no te da otra chance, como estas nuevas herramientas. Aca hay una tecla que va para atras y te deja acomodar las ideas. Una tecla con doble filo, casi mortal, si no nos damos cuenta puede acabar con todo un mundo de letras, como lo está haciendo conmigo en este momento. Está terminandome porque le quiero ganar, quiero ganarle antes de que empuje su mortal linea negra hacia atras, tac, tac, se borra una por una las oraciones ante la equivocacion o ante la laguna. Tac, tac, tac, otra vez, no cesa de venganza este pedazo de plastico negro. Su flecha pincha el meñique, lo maltrata, por eso me apuro a escribir. No puedo guardarmelo como un secreto porque la tecla tiene mas tiempo que yo, mas experiencia, siempre estuvo ahi esperando a su victima. Aguila rapaz, carroñera de sinsentidos. Las maquinas de escribir, aquellas que juntaban polvo en los roperos, tapadas con sobretodos de paño o gamuza, solian ser usadas por los grandes creadores, tacticos de la lengua, generales de la gramatica y sargentos de la poesía. Siempre ganaban la pelea. No habia equivoco porque no existia tal concepto frente a la maquina. Hoy no hay diciplina, dirian muchos. Escribir tambien es trabajar, dirian otros. La inspiracion es una constante cuando se vive de ella, podrian agregar aquellos. No uso borrador, digo yo.

2 comentarios:

Andrea dijo...

sobre las letras,
sentidos.
Mucho se puede decir tratando de sobreponerse al vacío. Y puede que siga siendo vacío, por eso rompe el cráneo como el cerebro hinchado por el calor.

Los generales han usado las máquinas de escribir para muchas cosas diferentes a la poesía.

Y la teclita negra no solo borra ante la equivocación o ante la laguna: tambien simplemente, censura.
Felicitaciones por no usar borradores.

J dijo...

Andre:

Los generales han usado peores maquinas, no solo para escribir.