martes, 5 de mayo de 2009

Helena encontró su lugar:
supo que debía moverse.
Embarcó hacia viejas edades
sin despedirse de quienes
la vemos de espaldas.
Entre las valijas deposita
encanto en sus puloveres,
una cintura escrita
a fuego, algunos libros
suyos y prestados, la
neblina purpura
que le obsequié
el ultimo día
que ambos cantamos
sobre sabanas de tela...
Esta vez, llenas.
En un saludo se fundió
el panorama siguiente,
los meses de ausencia,
los versos que escribo
sin equilibrio desde
mis versiones. Tantos
yo para abarcarte
en apenas segundos
de palabrería.
¿Cuál es la extraña
razón que nos envuelve,
Helena?
¿Poder demostrar valor
en la huida, la forma
de coraje mas dolorosa?
Estos desgarbados pensamientos
están felices de haberte cruzado
los brazos por la espalda,
sosteniendo tu silueta,
ya ida.
Junto al cenicero está
el resto de equipaje,
alguien que no se ha olvidado
de terminar un cigarrillo
encendido sin decir
unas ultimas palabras de despedida.
Aunque no me mantuve quieto,
mi movimiento te sigue esperando.

3 comentarios:

Sol dijo...

Y junto con el primero, hacemos las odas.

Impecable y real para los que saben la historia.

Lu dijo...

sos lo más dulce del mundo.

J dijo...

Estoy sonrojado.